MUESTRA PERMANENTE · LA EDUCACIÓN

Introducción

Los años que transcurren desde el inicio del siglo XX hasta la guerra civil marcan una época de desarrollo, extensión y modernización de la educación. Por eso decimos que estas décadas son la edad de oro de la pedagogía española.


I. La edad de Oro de la Pedagogía

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El despertar educativo y el impulso pedagógico del primer tercio del siglo XX es, en gran parte, consecuencia de la influencia de la Institución Libre de Enseñanza en todos los ámbitos de la administración y la práctica educativa.

Además el noventayocho despertó entre los intelectuales, políticos y escritores una preocupación por la educación, por la escuela primaria, por la formación del magisterio que contribuiría a mejorar la educación.

Junto al fenómeno del noventayocho es necesario considerar el constante clamor de los regeneracionistas, que bien podemos representar en Joaquín Costa, sobre la importancia de hacer un nuevo tipo de español desde la escuela, porque la mitad del problema español -escribía Costa- está en la escuela. Por eso, era necesaria una renovación profunda de las instituciones docentes, de la metodología, de los contenidos que se trabajaban en las escuelas. Había que dignificar a los maestros y el camino hacia la dignificación se recorría dotando a estos profesionales de un salario, al menos, suficiente y dándoles una formación adecuada.

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II. Política educativa del primer tercio del siglo XX

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La escuela del primer tercio del siglo XX sufrió los vaivenes de la política. Políticos de uno y otro signo desmantelaban las empresas que habían puesto en funcionamiento los adversarios como primera justificación de su trabajo. Una buena muestra de este hacer y deshacer la encontramos en la enorme inestabilidad de los máximos responsables de la política educativa. De 1902 a 1923 se suceden treinta y nueve presidentes de Gobierno y cincuenta y tres ministros de Instrucción Pública.

Durante las primeras décadas del siglo XX se produjeron importantes transformaciones en la manera de entender la escuela, que se concretarían, por una parte, en los primeros ensayos de graduación de la enseñanza. Las grandes escuelas contaban con espacios nuevos como laboratorio, biblioteca, salón de actos, que demuestran que la educación planteaba necesidades nuevas. Al mismo tiempo, la escuela recibió las primeras tecnologías: proyectores de cuerpos opacos, el cinematógrafo, aparatos de radio, material de laboratorio, etc. Por otra parte, y para que la escuela pudiera cumplir una función social, se generalizaron las colonias –las primeras que se celebraron fueron promovidas por la Institución Libre de Enseñanza- y las cantinas escolares, destinadas a los más pobres de entre los pobres. A través de las mutualidades escolares se intentó favorecer el desarrollo de la previsión y el ahorro entre los escolares. También se diseñaron nuevos planes de estudios para los maestros, que mejoraron sensiblemente la capacitación profesional del magisterio. Entre ellos el más destacable, hasta la aprobación de llamado Plan Profesional que puso en marcha la II República, fue el de 1914.

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III. El desarrollo de la administración educativa

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En 1900 se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Por primera vez, en España la educación se convertía en un asunto con la suficiente entidad como para merecer un ministerio propio.

La Hacienda Pública asumía, en 1902, el pago del salario de los maestros. Esta medida representaba una gran conquista para el magisterio que había sufrido enormes retrasos en la percepción de sus sueldos durante la dependencia salarial de los ayuntamientos. En 1911 se creó la Dirección General de Enseñanza Primaria.

En 1927 comenzó a funcionar la Sección de Construcciones Escolares en el Ministerio de Instrucción Pública que establecería las directrices generales que debían seguir los nuevos edificios escolares.

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IV. La recepción de la Escuela Nueva en Aragón

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La Escuela Nueva fue un movimiento de renovación pedagógica cuyos orígenes pueden situarse en las últimas décadas del siglo XIX y en los primeros años del siglo XX. La Escuela Nueva fue, en esencia, una revisión crítica de los modelos tradicionales de enseñanza, que no servían para educar al niño en el siglo de la industrialización, del progreso y de la democratización. Como representantes de este movimiento de renovación pedagógica podemos citar, entre otros, a autores como Adolfo Ferrière (1879-1960), que dirigió la Oficina Internacional de Escuelas Nuevas que tuvo su sede en Ginebra, los médicos Edouard Claparède (1873-1940) y Ovidio Decroly (1871-1932), Jorge Kerschensteiner (1854-1932), María Montessori (1870-1952), Jhon Dewey (1859-1952), Roger Cousinet (1881-1973) o el maestro Celestin Freinet (1896-1966).

Este movimiento de renovación educativa empezó a conocerse entre el magisterio aragonés gracias a las abundantes traducciones de las obras de los autores más representativos de este movimiento, y a la difusión de sus principios en revistas profesionales. Por eso, no resulta extraño que Patrocinio Ojuel, la directora de la escuela de párvulos Ramón y Cajal de Zaragoza, instalada de la plaza de La Victoria, solicitara al ayuntamiento mobiliario Montessori para su escuela, que Orencio Pacareo pidiera asesoramiento al Museo Pedagógico sobre el modelo de pupitre que mejor se ajustaba a las necesidades de los niños, o que en la provincia de Huesca hubiera un activo grupo de maestros freinetistas que trabajaban con la imprenta escolar.

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V. Las instituciones de modernización pedagógica

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Lentamente, y en gran parte por influencia de intelectuales, profesores y políticos vinculados a la Institución Libre de Enseñanza nacieron algunos centros que transformaron la educación y animaron la cultura durante el primer tercio del siglo XX. Aquellas luces se multiplicaron durante el breve tiempo de la II República y se extinguieron tras la guerra civil.

Ya funcionaba desde 1882 el Museo Pedagógico Nacional que dirigió Manuel Bartolomé Cossío.

También fue el Sr. Cossío el encargado de inaugurar la Cátedra de Pedagogía en el curso 1904-1905 en la Universidad Central. Del primer curso de Pedagogía que dictó Cossío fue alumno Miguel Sánchez de Castro regente, desde mediados de la segunda década del siglo XX hasta su muerte en 1936, de la Escuela Aneja a la Normal de Maestros de Huesca.

En 1907 comenzó su andadura la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). Los objetivos que perseguía esta institución presidida por Santiago Ramón y Cajal eran básicamente dos: por una parte, se buscaba formar rigurosamente al profesorado para reformar la educación y, por otra, se pretendía fomentar la cultura española enviando al extranjero a los mejores universitarios. Además la Junta creó o asumió la dirección de centros de investigación muy relevantes como el Centro de Estudios Históricos (1910), el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, fundado unos meses más tarde.

Entre los maestros aragoneses que disfrutaron de una pensión para realizar estudios en el extranjero encontramos a Pedro Arnal Cavero, Mariano Nuviala Falcón, José María Fuertes Boira, Arturo Sanmartín, Vicente Campo Palacio, Ricardo Mancho Alastruey, Máximo Cajal Sarasa, Virgilio Hueso, director del prestigioso Grupo Escolar La Florida de Madrid y Miguel Allué Salvador.

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La Escuela de Estudios Superiores del Magisterio (1909-1932): en Aragón ejercieron algunos de los titulados en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, entre los que podemos destacar a María Ángeles Trinxé, Leonor Serrano, Eulogia Gómez Lafuente, Vicente Campo Palacio, Elena Royo Zurita, María Luz Doral Pazos, Santos Samper Sarasa, Luisa Pueo Costa, José Cestafé Sáenz, Gabriel Augusto Moya, María Luisa Valgañón Rodríguez, Aurelia Izquierdo, Ramiro Soláns, Herminio Almendros, Paulino Usón Sesé o María Sánchez Arbós.

En 1918 iniciaba su andadura el Instituto-Escuela, un centro modelo pensado para ensayar procedimientos pedagógicos que permitieran unir y coordinar la primera y la segunda enseñanza. En este centro profesaron, entre otros, María Sánchez Arbós, Miguel Antonio Catalán Sañudo, José Camón Aznar, Miguel Asín y Palacios, José María Lacarra, Luis Abad Carretero, Samuel Gili Gaya o Domingo Barnés.

El trabajo continuado de las personas vinculadas a las instituciones que acabamos de mencionar explica, en gran parte, la transformación y modernización de la pedagogía española durante el primer tercio del siglo XX. Además, la influencia de estos centros terminó transformando la cultura española en su conjunto.

Texto extraído de "La tarea de Penélope. Cien años de escuela pública en Aragón" de Víctor M. Juan Borroy.

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