Publicaciones del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: noviembre, 2020
Autor: Museo Pedagógico de Aragón – Áreas de Conservación y Didáctica
Editorial: Gobierno de Aragón – Departamento de Educación, Cultura y Deporte
Nº de páginas: 24
ISBN: 978-84-8380-422-3
Precio: 5
Sinopsis:
Educar en igualdad es una tarea poco ejercitada en la pedagogía española durante el siglo XX. En las últimas décadas del siglo se hace patente la necesidad de sensibilizar en eliminar las diferencias por género. En el siglo XXI seguimos intentando educar en igualdad.
La exposición permanente del Museo Pedagógico y su actual discurso, demuestran cómo las escuelas siempre son reflejo de los valores de la sociedad en la que se desarrollan. Por eso, edificios como la escuela dedicada a Joaquín Costa y el Grupo Escolar Gascón y Marín, en Zaragoza, o el de la antigua Escuela Normal de Magisterio de Huesca, tienen dos puertas, dos escaleras, dos pasillos y un recreo dividido por la mitad. En estas escuelas había un director y una directora… Los chicos y las chicas no solo estudiaban en espacios separados, también estudiaban cosas distintas y de otra manera: las labores para ellas y la agricultura para ellos. Los niños leían Juanito y las niñas Flora. En urbanidad se distinguía entre lo que era conveniente para la niña bien educada y lo que se esperaba del niño bien educado. Y, por supuesto, había juguetes de niña y juguetes de niño. Durante los años ochenta del siglo XX, en España, se revisó el contenido de los libros de texto para eliminar cualquier forma de sexismo, se extendió la preocupación por el uso del lenguaje de manera no exclusiva y se impulsaron campañas de sensibilización como la del Instituto de la Mujer del Ministerio de Asuntos Sociales «No limites su educación. Es una mujer del siglo XXI». Es evidente que hemos avanzado mucho en unas pocas décadas, pero aún nos queda un largo camino por recorrer para lograr la igualdad.
El Museo Pedagógico propone un recorrido temático que permita analizar, sala a sala, las diferencias sociales que tuvieron que superar las maestras en el siglo pasado y el sexismo presente en la educación de las niñas.
Esta publicación es fruto del trabajo de investigación de las áreas de Didáctica y de Conservación del museo, y del proyecto “Cultura en Igualdad” de la Dirección General de Cultura del Gobierno de Aragón.

Año de publicación: marzo, 2020
Autor: Víctor Juan
Editorial: Museo Pedagógico de Aragón / Fundación Ramón y Katia Acinesia
Nº de páginas: 165
ISBN: 978-84-8380-415-5
Precio: 18
Sinopsis:
He contado la historia de Ramón Acín centenares o, quizá, miles de veces. Y nunca lo he hecho como el sacristán de «Romero solo» decía sus rezos en el poema de León Felipe. Siempre me emociona recordar a Ramón Acín y Conchita Monrás, a Katia y Sol, al Tobi, a Juan Arnalda, a Paco Ponzán y Palmira Plá, a Evaristo Viñuales y Lorenza Sarsa, a José Manuel Ontañón... Me conmueve recrear el universo mágico que Ramón y Conchita construyeron con palabras y con pequeños gestos. He contado esta historia en mis clases en la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación a jóvenes que quieren ser maestros, en el mismo edificio en el que Acín enseñó Dibujo durante veinte años; la he contado en el Museo Pedagógico de Aragón a nuestros visitantes de todas las edades; la he contado junto al monumento a Las Pajaritas, en el parque de Huesca; la he contado en distintos lugares donde me han invitado a dar alguna charla; la he contado en artículos en revistas y en columnas de periódico; la he contado cada vez que me han dicho «habla de lo que quieras». La he contado tantas veces porque es la historia más hermosa que conozco, una historia plagada de cuentos conmovedores, divertidos, audaces, tiernos, sorprendentes y, a veces, también tristes. La he contado porque es una historia que atrapa del derecho y del revés, que da igual por dónde se empiece. La he contado porque después de tanto contarla ya es parte de mi vida, hasta tal punto que necesariamente he de recurrir a ella para explicar quién soy y, sobre todo, quién quisiera ser.
La historia que cuento de Ramón Acín casi siempre se titula de la misma manera: «En cualquiera de nosotros un pedazo tuyo». Por eso, este libro, contrariamente a lo que me sucede siempre, tenía ya título antes de escribirlo: una frase de Paco Ponzán en «Los que no mueren», el artículo que le dedicó a Ramón Acín en Nuevo Aragón, un periódico que hicieron durante unos meses los militantes de la CNT en Caspe. El día 9 de marzo de 1937 se publicó un homenaje a Ramón Acín, y Paco Ponzán concluía: «No te defraudaremos. Tus hijas, Katia y Sol, verán en cualquiera de nosotros, un pedazo tuyo».
Escribo con la misma devoción que llevó en 1927 a Josep Pijoan a publicar Mi don Francisco Giner (1906-1910), un libro tan breve como hermoso sobre Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Ramón Acín no es mío, no es de nadie, pero sé que hay un «mi Ramón Acín»: el Ramón Acín niño; el Ramón Acín que tenía un perro llamado Tobi; el Ramón Acín divertido, original y juguetón que soltó al pájaro de carne y plumas que vivía en una jaula y metió dentro una pajarita de papel porque no quería ser el carcelero de un ser vivo; el que se inventó una mesa de dibujo; el que imaginó cómo serían las corridas de toros en 1970; el profesor preocupado por la docencia que solicitó en varias ocasiones a la Junta para Ampliación de Estudios una beca para poder viajar por Europa y conocer «los modernos procedimientos de la enseñanza del Dibujo» y que quiso enseñar geografía con un juguete geográfico-pedagógico; el Ramón Acín enamorado que le enviaba billetes, cartas y dibujos a Conchita que son, en realidad, leídas una tras otras, un hermoso poema de amor compuesto durante veinte años; el hombre bueno; el amigo del zapatero Juan Arnalda, del capitán Fermín Galán, de García Lorca y del periodista Mariano Añoto; el hombre al que le tocó el premio gordo de la lotería de Navidad para que le financiara a Luis Buñuel Tierra sin pan, su película en Las Hurdes; el predicador en el desierto que escribía apretándose el hígado o sujetándose el corazón; el hombre de los mil compromisos que se preocupaba del frío que pasaban en las ferias de San Andrés los niños que no tenían abrigo —ni una peseta para gastar en las atracciones— mientras miraban durante horas cómo otros niños montaban en los caballitos del tiovivo; el maestro de Paco Ponzán, de Evaristo Viñuales, de Lorenza Sarsa y de Telmo Mompradé; el Ramón Acín que dibujó una palomica que todas las noches salvaba las rejas de la prisión, y cuando Conchita, Katia y Sol dormían, las besaba y volvía otra vez con él.
Mi historia de Ramón Acín se ha enriquecido durante estos años con las reacciones y los comentarios de las personas que me han escuchado. Además, Conchita tiene hoy un protagonismo que al principio no tenía. Lo mismo me ha ocurrido con Katia y Sol y con algunos dibujos de Ramón Acín que demuestran su sentido del humor.
Ramón Acín daba clase de Dibujo en la Escuela Normal de maestros de Huesca, en el mismo edificio que, desde hace veinte años, doy clase yo. Cuando les pregunto a los visitantes más jóvenes del Museo Pedagógico de Aragón si saben qué es la Escuela de Magisterio, normalmente responden que no y yo me conformo con que vuelvan a sus casas recordando que es el centro donde estudiaban las personas que querían ser maestros. Pero una mañana, uno de aquellos pequeños, que levantaba la mano como la levantan quienes están absolutamente convencidos de saber la respuesta correcta a una pregunta, me hizo un gran regalo:
—¿Tú sabes qué es la Escuela de Magisterio? —le pregunté sorprendido.
—Sí —aseguró—. Es la Escuela de Magia.
Desde entonces, cuando cada septiembre conozco a los nuevos estudiantes que acuden a la Facultad con la intención de hacerse maestros, les doy la bienvenida a la Escuela de Magia y les digo que el nuestro es un oficio mágico porque aquel niño estaba en lo cierto.
Los niños me han enseñado también que he de ser cuidadoso con lo que digo y con cómo lo digo. Un día les contaba que Conchita Monrás era una mujer excepcional porque en una época en la que las mujeres no tenían vida social ni se proyectaban más allá del entorno doméstico de su familia, ella participaba en un grupo de teatro, estudiaba un idioma llamado esperanto y «cuando nadie jugaba al tenis —concluí—, ella jugaba». En ese momento una niña hizo una pregunta realmente inteligente:
—Y si nadie jugaba al tenis, ¿con quién jugaba?
A partir de entonces, he procurado ser menos taxativo en mis afirmaciones y no he vuelto a decir que nadie jugaba al tenis, claro.
Este delantal es el lugar perfecto para adelantar que no soy quien más sabe de Ramón Acín ni figuraré nunca entre los especialistas en su obra, pero sí soy uno de los que más le quieren. Eso dijo Ana García-Bragado el día que se inauguraba la remodelación de la Avenida de Las Pajaritas en el parque de Huesca: «Víctor es una de las personas que más quiere a mi abuelo». Esa es la única razón por la que el Ayuntamiento de Huesca me encargó decir unas palabras en aquel acto.
Afortunadamente, en los últimos cuarenta años diversos investigadores entre los que podemos destacar a Manuel García Guatas, Víctor Pardo, Concha Lomba, Carlos Mas, Miguel Bandrés, Mercè Ibarz, Emilio Casanova, Jesús Lou, José Domingo Dueñas, Francisco Carrasquer, Sonya Torres, Ismael Grasa o Antón Castro han hecho aportaciones decisivas al conocimiento de la vida y de la obra de Ramón Acín desde distintas perspectivas: el arte, la literatura, la historia del movimiento obrero, las vanguardias... Todos los estudiosos de Acín coinciden en que su mejor obra fue él mismo. Más allá del artista, del profesor, del militante anarcosindicalista o del escritor, la mejor obra de Ramón Acín es su manera de ser y de mirar la realidad, un modo de entender el mundo que proyectó en todos sus ámbitos de actuación. Yo quisiera ocuparme, precisamente, de la mejor obra de Acín, de las circunstancias que nos permiten entender al artista, al ciudadano, al hombre enamorado, al padre, al profesor que creyó en el papel transformador de la educación y de la cultura.
Después de contar tantas veces la historia de Ramón Acín, he decidido que ha llegado el momento de escribirla para que puedan leerla personas que nunca me escucharán contarla, para que la recuerden las personas a quienes se la conté alguna vez y, fundamentalmente, porque no quiero olvidar lo feliz que soy contándola.
Quizá podía haber reunido los artículos que he publicado en los últimos años en revistas como Turia, Argensola, Rolde. Revista de Cultura Aragonesa, Cuadernos de Estudios Caspolinos y mis textos editados por Museo Pedagógico de Aragón o el Instituto de Estudios Altoaragoneses, pero me he decantado por una de las cosas que más feliz me hace: he decidido contar, narrar de nuevo la historia. He pasado mi vida contándome quién soy, quién quería ser, contando en mis clases, a mis hijos y a las personas que he querido lo que me parecía valioso, lo que daba sentido a nuestra existencia. Ahora, en este libro, también quiero contar. No he escrito un texto académico. He procurado combinar la narración con el rigor histórico. He escrito un texto personal, pero no he hecho ficción. He intentado transmitir la emoción que en mí despierta la historia de Ramón Acín, convencido de que lo más importante no es lo que se cuenta sino lo que sucede en el corazón de quien lee.
Tras tres décadas y media dedicado a la docencia, tengo la certeza de que los profesores somos nuestros alumnos. Por eso también escribo aquí sobre algunos maestros que recibieron la influencia de Ramón Acín como Paco Ponzán, Evaristo Viñuales, Lorenza Sarsa, Simeón Omella o Telmo Mompradé. La vida de estas personas, sus militancias y sus compromisos, nos permiten entender quién fue Ramón Acín porque el profesor Ramón Acín no les enseñó técnicas de Dibujo. Los buenos maestros, y Acín lo era, transmiten una manera de entender la realidad, independientemente de la disciplina que impartan. Evaristo Viñuales, que fue discípulo suyo, escribió el 9 de marzo de 1937 en Nuevo Aragón que sólo se aprende de aquel a quien se quiere. Las páginas que siguen están llenas de razones que explican por qué los alumnos de Acín aprendieron tanto de aquel profesor que cultivó el dibujo, la caricatura, la escultura, el grabado, la ilustración y que hizo de su vida su mejor obra.
Víctor Juan
Zaragoza, junio-septiembre de 2019

Año de publicación: 30 de marzo de 2012
Autor: Pedro Martínez Baselga
Editorial: Departamento de Educación, Universidad, Cultura y Deporte/Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 32
ISBN:
Precio: 3
Sinopsis:
Nos dicen las estadísticas que, en España, durante las primeras décadas del siglo XX quedaba mucho camino por recorrer para conseguir la completa alfabetización de la población. En Aragón, apenas el cincuenta por ciento sabía leer y escribir. Por eso cuando en 1907 Pedro Martínez Baselga (Zaragoza, 18 de enero de 1862-Zaragoza, 22 enero de 1925) dio a la imprenta su Cartilla para escribir en seis días, la obra fue acogida calurosamente por el público y resultó premiada en el concurso literario de la duquesa de Villahermosa, fue declarada de utilidad para la enseñanza del soldado y laureada con varios premios de ayuntamientos y diputaciones. Tal fue el éxito que a los pocos días de salir a la venta, se agotó la edición y en menos de un mes se imprimieron cinco ediciones más. Muchas personas aprendieron a escribir con esta cartilla y consiguieron «vaciar en el papel su pensamiento» y «comunicar a distancia con sus semejantes». Otros que quizá conocieran los rudimentos de la escritura, mejoraron su deficiente caligrafía porque, a juicio de Martínez Baselga, «la escritura de la mayor parte de los españoles parece un escarbadizo de gallinas».
Además de ser el titular en la Escuela de Veterinaria de Zaragoza de una cátedra de nombre larguísimo (Patología general y especial, Farmacología, Arte de recetar, Terapéutica, Medicina Legal y Medicina Clínica), Pedro Martínez Baselga fue un divulgador cultural y un impulsor de la educación popular. Por eso junto a publicaciones próximas a su formación académica y a su actividad profesional escribió obras como Urbanidad y Educación del comerciante moderno, (Zaragoza, Casañal, 1909); El matrimonio en la clase media (Zaragoza, Casañal, 1909); Sociología y Pedagogía (Zaragoza, Casañal, 1909); Museo Infantil. Juguetería y Psicología, (Zaragoza, Imprenta del Hospicio, 1910), recientemente reeditado con estudio introductorio de Luis Miguel Bajén (Zaragoza, Instituto Aragonés de Antropología, 2004) y Sociología y beneficencia (Zaragoza, Casañal, 1911). A su pariente Joaquín Costa le dedicó una amable biografía "Quién fue Costa" (Zaragoza, Casañal, 1918), reeditada por la Institución Fernando el Católico en 1998 con estudio preliminar de Eloy Fernández Clemente. Sin embargo, don Joaquín le confesó a Manuel Bescós, «Silvio Kossti», que Pedro Martínez no era santo de su devoción: «Ese señor Martínez Baselga es un neurótico de familia (de otro género ?y de otra rama? que yo por ejemplo y así puede enjarretar (sic) un tomo cada semana y media; pero mal año para quien se fíe y lo tome en serio?». Este es, a todas luces, un juicio demasiado severo. Cosas de familia.
En Cartilla para escribir en seis días Pedro Martínez Baselga propone un método diseñado para aquellos que no habían tenido la fortuna de contar con la asistencia de un maestro que les guiara en el aprendizaje de la escritura. Él mismo comprobó la utilidad de su método porque tras enseñar a escribir a su sirvienta, todas las muchachas del barrio llenaban los domingos la cocina de su casa donde acudían con el propósito de dominar la escritura. Martínez Baselga intercala entre las lecciones pinceladas de humor: «Escriba usted estas palabras quince veces y después a divertirse mucho y gastar poco» y al final de la tarea propuesta para otro día puede leerse: «Escriban un ratito copiando estas palabras y no trabajen mucho, porque se pueden volver calvos. Hasta mañana».
Nuestro autor defendía que al iniciarse en la escritura la comunicación debería estar por encima de aspectos formales como la ortografía: «Lo urgente es trazar letras para formar palabras y expresar ideas? La ortografía no hace falta por ahora. Es una especie de sombrero de copa que no sirve más que para estorbar. En Francia, Inglaterra y otros países, están estudiando la reforma de la ortografía para suprimirla».
Hay algo en esta cartilla que, salvando las distancias, recuerda la utopía de Comenio, cuando en su Didáctica Magna pretendía «enseñar todo a todos» y hacerlo fácilmente. También Martínez Baselga defendía que todos aprenderían la técnica de la escritura, aunque seis días es, se mire por donde se mire, un plazo demasiado breve. Más allá de la validez científica de esta Cartilla para escribir en seis días hemos de valorar la voluntad de acercar la escritura a todos.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: noviembre 2011
Autor: Niños de Plasencia del Monte. Estudio introductorio de Antón Costa Rico
Editorial: Departamento de Educación, Universidad, Cultura y Deporte/Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas:
ISBN:
Precio: 17
Sinopsis:
Una de las primeras noches del verano de 2010 leía D' Abord les enfants. Freinet y la educación en España (1926-1975), un libro que el profesor Antón Costa había publicado en las prensas de su universidad, la de Santiago de Compostela y me encontré con unas ilustraciones que correspondían a dos páginas de lo que Antón Costa llamaba en una nota al pie de página «el segundo libro de los escolares de Plasencia del Monte». Además, una de ellas contenía la dedicatoria hológrafa de Simeón Omella a Herminio Almendros: «A mi querido amigo D. Herminio Almendros. Fraternalmente, Omella».
Antón Costa sabía que cuando yo viera esas páginas -además de no poder dormir durante varias noches-, haría todo lo necesario para conseguir una copia de ese libro.
Y así fue. Al día siguiente escribí por primera vez al director de los Archives Departementales des Alpes Maritimes en Niza, donde se conserva parte del fondo Freinet, interesándome por la posibilidad de disponer de una copia digital de este libro. Pocos días más tarde recibí la amable contestación del director y el día 24 de septiembre el cartero trajo al Museo Pedagógico de Aragón un CD con la copia del libro que los niños de Plasencia del Monte habían compuesto letra a letra.
Aunque Antón Costa escribió que estas páginas que ahora reproducimos son el segundo libro de los escolares de Plasencia del Monte se trata, en realidad, de una selección de textos libres elaborados por los alumnos de Simeón Omella durante el curso 1934-1935. Varias razones nos permiten sostener esta hipótesis. En primer lugar, El libro de los escolares de Plasencia del Monte con el que, precisamente, iniciamos la colección «Publicaciones del Museo Pedagógico de Aragón», está fechado en 1936. Es prácticamente imposible que en el primer semestre del año 36, dada la escasez de recursos económicos que soportaban las escuelas, se elaboraran en la escuela regentada por Simeón Omella dos «libros de vida». Otro dato revelador es la edad de los niños que escribieron los textos. En este libro que ahora editamos los niños son uno o dos años más jóvenes que en El libro de los escolares de Plasencia del Monte. Es fácil concluir que estos textos que se han guardado en Niza se escribieron en el curso 1934-1935. Hay, además, un artículo dedicado a la muerte de Santiago Ramón y Cajal, firmado por Valentín Ibort, que necesariamente, se escribiría en octubre de 1934.
Aún hemos encontrar respuesta a una pregunta esencial: ¿cómo llegó este libro a los Archivos Departamentales de los Alpes Marítimos en Niza? Esta es una hermosa historia de amistad.
Ya hemos aceptado que este libro se compuso con los textos escritos por los niños de Plasencia del Monte durante el curso 1934-1935. Simeón Omella le regaló este ejemplar a Herminio Almendros. Posiblemente lo hiciera cuando ambos coincidieron en Huesca, durante la celebración del II Congreso de la imprenta en la escuela, en julio de 1935. Es poco probable que en los meses siguientes -finales de 1935 y principios de 1936- Almendros le enviara a Célestin Freinet el ejemplar que su amigo Omella había firmado para él. Freinet recibía abundantes muestras del trabajo que maestros y escolares de Europa -y de todas partes del mundo- hacían con la imprenta escolar. Luego estalló la guerra civil y tanto a Almendros como a Omella les acuciaron otras urgencias.
En enero de 1939, perdida la guerra, cuando las tropas de los sublevados entraban en Barcelona, Herminio Almendros se despidió de María Cuyás, su mujer, y de sus tres hijos. En el momento de la despedida, su mujer, le entregó un cuaderno en blanco para que Almendros anotara los detalles esenciales de su viaje. Este cuaderno es el origen del libro Herminio Almendros. Diario de un maestro exiliado (Barcelona, 1939-La Habana, 1940), editado en 2005 al cuidado de Amparo Blat y Carme Doménech, un luminoso testimonio de la esperanza y las dificultades que afrontaron los españoles que perdieron la guerra. Mi idea es que Herminio Almendros encontró un hueco en su maleta para llevar consigo este libro compuesto por los niños de Plasencia del Monte. Ligero de equipaje y con el corazón roto, Almendros cruzó la frontera francesa pensando que unas semanas después o unos meses más tarde se reuniría con su familia. No sabía cuál sería su destino. Quizá pudiera rehacer su vida en Francia trabajando en una pequeña escuela rural. Tal vez pudiera ejercer en la escuela dirigida por Elise y Célestin Freinet. Cuando supo que no podría quedarse en Europa, aceptó el ofrecimiento de su amigo Alejandro Casona para instalarse en La Habana, y dejó en casa de los Freinet, donde se alojó durante un mes en la primavera de 1939, el libro que los niños de Plasencia del Monte habían compuesto letra a letra durante el curso 1934-1935. Y de la estantería de la casa de Freinet pasó al archivo de Niza.
En este libro late la misma emoción que en El libro de los escolares de Plasencia del Monte o en las revistas Caricia, Chicos y Helios escritas por los alumnos del maestro José Bonet Sarasa en Barbastro. La realidad circundante se convirtió para estos niños que trabajaron con la imprenta en un gozoso pretexto para escribir, para pensar y para aprender.
Setenta y cinco años después de que los niños de Plasencia del Monte imprimieran las páginas que conforman este libro, el Museo Pedagógico de Aragón ha recuperado estas palabras de vida y junto a ellas la ilusión, los sueños, la capacidad de sorpresa y el convencimiento que la educación es un instrumento de emancipación individual y colectiva.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: febrero 2011
Autor: Marín Chivite
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas:
ISBN:
Precio: 5
Sinopsis:
Pedro Arnal Cavero (Belver de Cinca, 12 de marzo de 1884 - Zaragoza, 27 de abril de 1962) fue el director de la escuela Costa hasta que, en 1954, se jubiló.
En 1911, formó parte del primer grupo de maestros españoles a quienes la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) pensionó para que conocieran el funcionamiento y la organización de las principales instituciones educativas de Francia y Bélgica. Por eso, a su vuelta, ensayó algunas de las iniciativas que tanto le impresionaron durante su visita a las escuelas de estos dos países, pronunció conferencias en las que relataba lo esencial de su viaje, y firmó decenas de artículos en la prensa sobre todo lo que podría hacerse en las escuelas de Aragón para aproximarlas a lo que ya se estaba haciendo en las de Europa. En 1921 fue nombrado director del grupo escolar de la plaza de Santa Marta.
Aunque la guerra civil sumió a este maestro en un profundo silencio pedagógico, ya había escrito, antes de aquella vergonzosa tragedia, varios libros de temática educativa. El primero de ellos, la Cartilla Aragón, impreso en los años veinte en Zaragoza, conoció varias ediciones. También se hicieron dos ediciones de Lecturas (Zaragoza, 1923 y 1927), un delicioso librito ilustrado con los dibujos de los niños de la escuela de la plaza de Santa Marta. La prestigiosa editorial Dalmau Carles publicó Lecturas Estimulantes (Gerona, 1932), un libro muy apropiado para los niños que iniciaban el aprendizaje de la lectura. Asimismo redactó el texto que acompañaba a unas ilustraciones de Luis Mallafré para el cuaderno de geografía aragonesa titulado Apuntes de Geografía. Aragón, (Barcelona, 1936).
Tras la inauguración del Grupo Escolar que Zaragoza dedicó a Joaquín Costa, Arnal Cavero reunió en el salón de actos a los niños que ya sabían escribir y les dictó unas frases que resumen el espíritu que quiso imprimir a esta escuela:
Niños, este edificio hermoso y grande es vuestra escuela y es vuestra casa. El municipio zaragozano lo ha construido con arte y lo ha amueblado con lujo para que paséis en él las mejores horas de vuestros años felices, los días más dichosos de vuestra vida. Venid diariamente muy puntuales, muy limpios y aseados, muy alegres y animosos. No ensuciéis el suelo ni escupáis en él; no toquéis ni manchéis las paredes; no rayéis las mesas; no golpeéis las puertas; no vayáis por las escaleras ni por los pasillos corriendo sin tino. Respetad las plantas y flores del jardín; no piséis los macizos ni toquéis los tallos de los arbustos; no ahuyentéis a los pájaros. No hagáis daño a otros niños durante el recreo ni juguéis de manera que pudierais ocasionar desperfectos o causaros fatiga y mal. Prestad vuestra ayuda y vuestras cosas a los compañeros necesitados para que puedan trabajar mejor y para hacerles más grata la estancia en la escuela que es, no lo olvidéis, vuestra casa hermosa, grande, alegre, simpática, envidiable, espléndida.*
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón
*Pedro Arnal Cavero, «La puesta en marcha de un gran Grupo Escolar», Revista de Pedagogía, junio 1936, nº 174, pp. 251-257.

Año de publicación: febrero 2011
Autor: Marín Chivite
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 40
ISBN:
Precio: 5
Sinopsis:
En 1921 se cumplían diez años del fallecimiento de Joaquín Costa y tras una década proyectando homenajes para perpetuar la memoria del polígrafo aragonés, el día 1 de febrero el Ayuntamiento de Zaragoza aprobó una proposición para levantar una escuela dedicada a Joaquín Costa.
El 2 de enero de 1923, el arquitecto Miguel Ángel Navarro escribía en las páginas de Heraldo de Aragón que el solar destinado a este grupo escolar estaba situado en el Campo del Sepulcro, angular al Paseo de María Agustín y a la nueva avenida de la Estación que se abriría cuando el Ayuntamiento poseyera los terrenos, entonces todavía propiedad del ramo de Guerra. La edificación proyectada ocuparía unos ocho mil quinientos metros cuadrados de los cuales se edificarían cinco mil cuatrocientos aproximadamente repartidos en tres plantas. El edificio se desarrollaba en tres naves convergentes. Las dos fachadas se destinarían a las clases y la central albergaría el comedor, la cocina de la cantina escolar, un gran salón de actos, el ropero, la sala de baños y duchas con piscina para la natación. El edificio terminaría en unas amplias terrazas cubiertas que podrían utilizarse para la enseñanza al aire libre, la práctica de la gimnasia o para instalar un laboratorio.
La escuela se inauguró el 24 de noviembre de 1929. En la prensa se decía que no faltaba nada: había comodidad, espacio, luz, higiene, alegría, ventilación, calefacción, lavabos, baños, duchas, jardín de recreo, salón de teatro, museo, biblioteca, cantina, material abundante, etc.
Hoy todavía sorprende la monumentalidad del edificio. Hay que considerar que se trataba de levantar un monumento vivo a la memoria de Costa. El arquitecto consiguió este objetivo, pero además aquel edificio ofrecía posibilidades nuevas desde un punto de vista estrictamente pedagógico. Desde las primeras décadas del siglo xx, la escuela inició una lenta transformación consecuencia, por una parte, de las nuevas exigencias sociales y, por otra, de la influencia de los principios de la Escuela Nueva y del movimiento higienista que reclamaban mayores condiciones materiales a los edificios escolares. La escuela era algo más que el estrecho marco del aula en el que se enseñaba a leer, escribir y contar y exigía disponer de espacios para la educación física, la música, el laboratorio, los talleres, la reunión del claustro. Espacios para archivos, exposiciones, lugares para la celebración de actos en los que participaban todos los niños y maestros. Espacios, en suma, para la comunicación y el encuentro.
Miguel Marín Chivite (Calahorra, La Rioja, 1900 - Zaragoza, 1978) fotografió las principales dependencias del Grupo Escolar Joaquín Costa de Zaragoza y compuso estos dos álbumes que ahora el Museo Pedagógico de Aragón reedita para sumarse a la conmemoración del centenario de la muerte de Joaquín Costa.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: noviembre 2010
Autor: Fermín Ezpeleta Aguilar
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 137
ISBN: 978-84-8380-243-4
Precio: 10
Sinopsis:
La enfermedad de la palabra y de la tinta
El siglo XIX fue un tiempo difícil para la escuela y para el magisterio. Basta asomarse al libro de Valero Almudévar Páginas originales. Memorias de un maestro de escuela, publicado en Madrid en 1886 y recientemente reeditado por el Museo Pedagógico de Aragón, para formarse una idea de las dificultades que los maestros tuvieron que superar y para entender el abandono que padecía la escuela. Pero no es menos cierto que en medio de tantas carencias hubo algunos maestros que conquistaron el reconocimiento de la sociedad gracias a los libros, a los artículos o a las conferencias que pronunciaron para los más variados auditorios.
La prensa del magisterio fue un instrumento esencial en la construcción de este grupo profesional. Es cierto que la mayor parte de las veces se trata de boletines excesivamente gremialistas en los que se recogen noticias de cuestiones administrativas, pero también hay que reconocer la contribución de la prensa profesional a la difusión de planteamientos didácticos, de innovaciones, de cambios en la manera de entender el oficio maestro de primera enseñanza y, sobre todo, hay que tener en cuenta que estos periódicos -frecuentemente semanales o quincenales- fueron una de las pocas vías que el magisterio tuvo para compartir intereses, inquietudes profesionales y romper con el aislamiento en el que vivían.
El maestro Miguel Vallés Rebullida fue uno de aquellos maestros que sufrían la enfermedad de la palabra y de la tinta y esta pasión les impulsó a vencer todo tipo de dificultades.
Decía Joaquín Costa que la escuela en España no mejoraría mientras sólo fueran maestros quienes no podían ser otra cosa. Tal era la situación de abandono, postergación y desprestigio social de este colectivo. Miguel Vallés era, desde luego, un maestro que podía haber ejercido cualquier otra profesión y que contribuyó a cambiar la opinión que la sociedad tenía de estos profesionales. También Ricardo Macías Picavea hacía en su obra El problema nacional. Hechos, causas y remedios, (1899, p. 61) un diagnóstico desolador:
«El maestro es en España un ser horriblemente formado; mejor dicho, deformado. En las Normales, nada se le enseña; pero en cambio le desquician la natural inteligencia, el buen sentido y el sano juicio de las cosas. (...) en la época de ?tanto vales cuanto tienes? se les sitia por hambre (...)
Maestros ignorantes, cuasi mendigos, desprovistos de todo prestigio o influencia social, desconsiderados por la plebe y maltratados por los cacicuelos (...) no saben nada de nada, porque nadie les ha enseñado».
Miguel Vallés Rebullida forma parte de ese grupo de maestros aragoneses entre los que podemos destacar a Julián López Catalán, José Fatás, Orencio Pacareo, Marcelino López Ornat, Valentín Zabala, Juan Bautista Puig, Orencio Pacareo, Mariano Nuviala o Pedro Joaquín Soler que consiguieron terminar durante las últimas décadas del siglo XIX y primeros años del XX con la imagen lamentable que la sociedad se había formado de este colectivo.
Fermín Ezpeleta ha recuperado en este estudio la trayectoria profesional y vital de Miguel Vallés Rebullida y ha puesto a disposición de investigadores, estudiosos y profesores interesados por las primeras ideas sobre la didáctica de la Lengua una selección de textos procedentes de artículos que eran difíciles de consultar. Ahora los encontramos en este libro reunidos para facilitar la reflexión y el debate.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: septiembre 2010
Autor:
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 40
ISBN: 978-84-8380-232-8
Precio: 5
Sinopsis:
Este Álbum de Fotografías es el segundo número de la colección Encartes del Museo Pedagógico de Aragón.
Se recogen en este álbum veinte fotografías en formato tarjeta postal que resumen hechos significativos de la historia de la educación aragonesa del siglo XX: maestros, escolares, Patronato de Misiones Pedagógicas, la Junta para Ampliación de Estudios, las cantinas escolares, los inicios de la Educación Física, las tardes de labores en las escuelas rurales, la preparación de la leche en polvo... Imágenes, en definitiva, que reflejan una manera de entender el trabajo de los maestros y maestras en las aulas, una manera de entender la infancia y que son,a la vez, el fiel reflejo de la sociedad que impulsaba y mantenía la escuela de cada época.

Año de publicación: mayo 2010
Autor: Almudévar y Castillo, Valero
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 152
ISBN: 978-84-8380-220-5
Precio: 10
Sinopsis:
ALMUDÉVAR, Valero, Páginas originales (memorias de un maestro de escuela), Madrid, 1886. Edición facsímil, Zaragoza, Museo Pedagógico de Aragón, 2010. Estudio preliminar y edición a cargo de Víctor Juan y José Luis Melero.
Por el momento éstas son las primeras memorias conocidas de un maestro de enseñanza primaria centradas fundamentalmente en los aspectos profesionales de alguien, Valero Almúdevar (1843-1915), que realizó sus estudios de maestro en la Escuela Normal de Madrid entre 1859 y 1863, que desempeñó diversas escuelas rurales en el Pirineo oscense entre 1864 y 1870 para trasladarse posteriormente a Huesca donde dirigiría el Colegio San Vicente Ferrer hasta regresar a Madrid en 1874 para fundar su propio colegio (el Colegio del Salvador) del que sería director hasta su jubilación. Como él mismo indicaba en 1907 en una instancia dirigida al Subsecretario de Instrucción Pública, que los autores del estudio preliminar rescatan, Valero Almudévar dedicaría cuarenta y seis años de su vida a la enseñanza primaria, de los cuales trabajó en escuelas públicas de aldeas rurales durante seis años, cinco meses y dieciseis días, que son justamente aquellos a los que se dedica la mayor parte del libro al que, como apéndices añade una serie de documentos y textos de interés sobre las reformas a introducir en la enseñanza privada y pública y una breve reseña histórica de la Asociación de Directores de Enseñanza Privada de Madrid.
Autor asimismo de algún libro escolar y de alguna publicación infantil, Valero Almudévar recurre a la estrategia retórica de poner en boca de un personaje ficticio, a quien llama V. pero que se trata de él mismo, para narrar sus memorias como maestro. Unas memorias en las que, con independencia de su valor testimonial en relación con las costumbres y modos de vida del mundo rural del Alto Aragón, pueden hallarse referencias de toda índole a los avatares de la profesión de maestro en sus relaciones con los padres, las autoridades locales, los párrocos y los vecinos, a su trabajo en el aula, a los problemas relativos al cobro de haberes o el trabajo infantil y, de un modo especial, a las nefastas consecuencias que tuvo en el mundo escolar rural la política educativa llevada a cabo por los primeros gobiernos del llamado Sexenio democrático (1868-1874) al proclamar la libertad de enseñanza. Las memorias van precedidas de una no breve dedicatoria a Práxedes Mateo Sagasta como presidente del Gobierno, en defensa del magisterio primario, y finalizan con un epílogo también dirigido al mismo.
Antonio Viñao Frago
Universidad de Murcia
![Ramón Acín y la Junta para Ampliación de Estudios [AGOTADO]](http://museopedagogicodearagon.com/content/images/publicacion_258_01_M.jpg)
Año de publicación: marzo 2010
Autor:
Editorial:
Nº de páginas: 64
ISBN: 978-84-8380-212-0
Precio: 5
Sinopsis:
Primer número de la colección Encartes del Museo Pedagógico de Aragón [http://aragoneduca.museopedagogicodearagon.com/encartes.php]. En este encarte se reproduce el expediente de Ramón Acín que se conserva en el Archivo de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE). Esta documentación, escasamente conocida y rigurosamente inédita, demuestra el interés que Ramón Acín tuvo por la pedagogía y su permenente deseo de ser un buen profesor.
Desde 1921 Ramón Acín solicitó en varias ocasiones a la Junta para Ampliación de Estudios una pensión para viajar a ciudades como París, Roma, Munich o Londres. Quería estudiar los modernos procedimientos de la enseñanza del Dibujo. Junto su primera solicitud presentó como mérito los planos de una mesa-caballete que él mismo había diseñado.
Agotada la edición en papel, puede descargarse gratuitamente la edición digital en el siguiente enlace: http://www.museopedagogicodearagon.com/publicaciondigital.php?id=11
![Las mujeres de mañana [AGOTADO]](http://museopedagogicodearagon.com/content/images/publicacion_257_01_M.jpg)
Año de publicación: diciembre 2009
Autor: Casilda Manzana
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón/Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas:
ISBN:
Precio: 10
Sinopsis:
Casilda Manzana Lleida -Quintillá era el apellido de su marido- nació casualmente en Carcassonne (Francia), donde sus padres habían acudido a vendimiar, el 17 de mayo de 1888. En septiembre de 1904 comenzó los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Maestros de Huesca y en marzo de 1907 tomó posesión de la escuela de Fosado. De allí se trasladaría a Benabarre, Luzás y Fet, todas en la provincia de Huesca hasta que en 1915 obtuvo destino en Batea (Tarragona). Su aspiración era trabajar en su pueblo y vivir cerca de su familia. Por eso en 1916 concursó para obtener plaza de maestra en Tolva amparándose en el derecho de consorte, pero la Dirección General de Primera Enseñanza del Ministerio de Instrucción Pública desestimó su solicitud basándose en que a su marido no podía considerársele funcionario municipal, aunque se le retribuyera con 80 pesetas anuales por desempeñar el cargo de Depositario del Ayuntamiento?es decir, el encargado de mantener el acopio de granos, principalmente de trigo, y de prestarlo a los labradores y a los vecinos en condiciones módicas en época de escasez?. Finalmente consiguió su propósito en 1917 y en Tolva coincidió con el maestro Gregorio Lax de Roda con quien publicó un folleto titulado Diálogos y cantos para la fiesta del árbol (Huesca, Editorial Vicente Campo, 1925). En junio de 1934 participó en la Misión Pedagógica que tuvo lugar en Benabarre. En septiembre de ese mismo año obtuvo destino en Lérida. Las carencias y calamidades de la Guerra Civil le dejaron en un estado de debilidad crónico del que no se recuperaría. Por esta razón solicitó la jubilación en 1944, se retiró en Tolva y allí murió, en 1954, a la edad de 66 años.
Uno de los primeros días del otoño de 2009 viajé a Tolva y conocí a Josefa Solana, la única antigua alumna que aún está viva de las que asistieron a la escuela del pueblo con Casilda Manzana. Tenía noventa años, y su rostro se ilumina al recordar que su maestra inventaba cuentos y canciones para ellas. Me contó que doña Casilda era cariñosa, se preocupaba por todas las niñas y tenía el extraordinario don de saber escuchar y de dar prudentes consejos.
Aunque en el pie de imprenta no se señala la fecha de edición, sabemos que Las mujeres de mañana se publicó en 1927 por el elogioso comentario que dedicó a esta obra Gregorio Lax en las páginas de El Magisterio de Aragón en enero de 1928.
Las mujeres de mañana fue un libro moderno, raro en el contexto de finales de los años veinte del pasado siglo, sorprendente por tener como protagonistas y destinatarias de la narración a las mujeres, a las niñas de la escuela, revolucionario por estar escrito por una maestra aragonesa cuando no era frecuente que las mujeres participaran en asuntos públicos o se significaran socialmente. Tanto es así que frente a una notable nómina de maestros que publicaron libros para las escuelas o libros dirigidos al gran público -recordemos a Orencio Pacareo, Miguel Sánchez de Castro, Guillermo Fatás, Tomás Alvira, Miguel Vallés Rebullida, Pedro Arnal o Santiago Hernández, por citar sólo a algunos de los más conocidos- apenas tenemos libros escritos por maestras. Hay que situarse en la época en la que Las mujeres de mañana salió de las prensas de la viuda de Justo Martínez en Huesca para entender el significado de esta obra. Bastará mencionar dos ejemplos. Unos años antes de la publicación del libro de Casilda Manzana se anunciaba en El Noticiero una conferencia de Salvador Minguijón y se advertía expresamente: "Al acto podrán asistir señoras". El segundo caso también resulta muy ilustrativo y tiene como protagonista a una maestra de Montalbán, Visitación Gómez Lozano, quien formó parte del consejo de redacción de la revista La Asociación, órgano de expresión del Magisterio de Teruel desde septiembre de 1927 hasta septiembre de 1928. Durante estos meses fueron frecuentes sus colaboraciones en las que demostraba un profundo conocimiento de la Escuela Nueva. Un año después se despidió del magisterio porque contraía matrimonio con un próspero industrial de Montalbán y sus nuevas obligaciones como esposa le impedían trabajar en la escuela.
La preocupación de Casilda Manzana por la educación de la mujer no empieza ni termina con este libro. En 1919 participó en las conferencias organizadas por la Asociación del Magisterio del Partido de Benabarre presentando una ponencia sobre «Educación de la mujer». No en vano sostenía en Las mujeres de mañana que la educación de la mujer era el problema de más atractivo para todo amante del progreso moral. Por eso Casilda Manzana pronunció varias conferencias que tuvieron a la mujer como tema central.
En Las mujeres de mañana Casilda Manzana se sirve del ejemplo de las vidas de mujeres como Morayma, Egilona, Agustina de Zaragoza, María Pita, Isabel la Católica o Juana de Arco para proponer ejemplos de valor, de capacidad de sacrificio, de arrojo ante las dificultades y de servicio a la sociedad. Después de estos modelos femeninos basados en la historia, la autora recuerda anécdotas de su ejercicio profesional tomados de un «cuaderno personal» en el que dice escribir junto a los nombres de todas sus alumnas los principales rasgos de su carácter. Para concluir aborda temas propios de estos libros de lecturas que, como sabemos, tenían una evidente finalidad moralizante: el respeto a la vejez, la censura de la mentira y del orgullo, etc.
Afortunadamente, Las mujeres de mañana es el reflejo de un modo de entender el lugar de la mujer en el mundo y en la familia que ya hemos superado. Reconforta leer cómo ha progresado la sociedad y que el hoy y el mañana de las niñas que asisten a la escuela es infinitamente más prometedor que hace ochenta años.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: octubre 2009
Autor: Varios Autores
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón/Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 208
ISBN:
Precio: 10
Sinopsis:
Los autores y autoras de este libro apenas tuvieron infancia, o abandonaron pronto el sistema educativo, o han venido de otros países y están aprendiendo nuestro idioma, o quieren continuar formándose para tener más oportunidades laborales, o viven en pequeños núcleos rurales, o quieren entender mejor el mundo, o han encontrado en la educación, en la cultura y en el conocimiento una razón más para seguir viviendo. Todos ellos tienen algo en común: asisten a Centros de Educación de Personas Adultas en Aragón y cuentan con palabras auténticas lo que la aventura de aprender supone en sus vidas.
* * *
La primera vez que leí el texto de Alegría me conmovió la belleza con la que describe la relación que ha establecido con su maestra, y decidí que utilizaría la palabra «hipocorístico» en el título de este libro, un libro acariciador, como son acariciadoras cada una de estas crónicas personales en las que los autores dan cuenta de la importancia de la educación, del convencimiento de que los seres humanos somos esencialmente memoria, de la esperanza que se deposita en la cultura, de la importancia de ofrecer oportunidades a las personas que viven en el medio rural y de cómo la educación despierta el sentimiento de la propia valía. Estos textos reflejan el trabajo de los maestros, nos hablan de superación, de la satisfacción que produce entender un poco mejor el mundo, de la alegría que despierta compartir ideas y sentimientos y demuestran que la educación es una herramienta de transformación personal y colectiva.
Las escuelas son el espejo del alma de una sociedad. Es evidente que la nuestra tiene muchas cosas que mejorar, pero también otras que son admirables. Entre estas últimas se encuentran los Centros de Educación de Personas Adultas que hacen posible, como escribe Pilarín Bendicho que estos hombres y mujeres vivan pendientes del reloj, se quiten las zapatillas de ir por casa y se miren cada día en el espejo antes de acudir a las aulas en donde acceden a las nuevas tecnologías, analizan las principales noticias del momento, conocen la historia, organizan viajes y excursiones, cultivan la memoria, estudian para obtener el carné de conducir, reciben clases de español que facilitan su integración o se preparan para obtener un título profesional que les permita acceder a un trabajo. Pero por encima de todo, la educación consigue despertar la conciencia de que es posible aprender y hacer realidad, en cualquier momento, nuestros sueños.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón.

Año de publicación: septiembre 2009
Autor: Lucía Pérez García-Oliver
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón/Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 248
ISBN:
Precio: 16
Sinopsis:
Julio Llamazares suele recordar que todos los grandes escritores han contado mejor lo que tenían más cerca. Y recoge una cita atribuida a los escritores rusos: «Dame una teja de tu pueblo y te contaré cómo es el mundo». Y esta fue la intención de la maestra Máxima Oliver Royo [Ladruñán (Teruel), 1898- Madrid, 1982] al redactar, en 1929, bajo la dirección del prestigioso profesor Luis de Hoyos, la memoria final de carrera en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio. En Creencias, prácticas, trajes, usos y costumbres de la provincia de Teruel Máxima Oliver Royo estudiaba la cultura popular depositada en el lenguaje, la alimentación, las fiestas y celebraciones, las cantas, la indumentaria, los rituales, los ciclos de la vida, etc.
Con cada uno de los sus libros, el Museo Pedagógico de Aragón amplía su ámbito de análisis, reflexión y recuperación del patrimonio histórico educativo. En Pasión por lo cotidiano de Lucía Pérez García-Oliver se destacada la importancia que en la formación del profesorado y en la modernización de la educación tuvo la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, justo cuando se cumplen cien años desde que comenzara su andadura esta institución. Además en este libro se difunde el trabajo de Máxima Oliver Royo, una maestra turolense que participó, de la mano de Luis de Hoyos, en los inicios de la investigación en etnografía y colaboró en la fundación del Museo Nacional de Etnografía que, finalmente, tendrá su sede en la ciudad de Teruel.

Año de publicación: mayo, 2009
Autor: Corcuera, Munia; Monforte, Elena; Jiménez, Rafael; Juan, Víctor
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón
Nº de páginas: 64
ISBN: 978-84-8380-174-1
Precio: 5
Sinopsis:
Los secretos del Museo Pedagógico de Aragón. Guía de urgencia es un librito con apariencia de cuaderno escolar, profusamente ilustrado con fotografías de Merche Claver y José Antonio Melendo, dividida en los siguientes capítulos:
La historia material de nuestra escuela. Los orígenes de la colección del Museo Pedagógico de Aragón, por Rafael Jiménez
Nuestros Goyas. La colección del Museo Pedagógico de Aragón, por Elena Monforte
El susurro de los materiales. La exposición permanente del Museo Pedagógico de Aragón, por Víctor Juan
El museo fuera del museo. Las exposiciones itinerantes del Museo Pedagógico de Aragón, por Munia Corcuera.
Agotada la edición en papel, puede descargarse gratuitamente la publicación digital en este enlace:
http://www.museopedagogicodearagon.com/publicacionesdigitales.php
![Nuevo Aragón de 9 de marzo de 1937 [AGOTADO]](http://museopedagogicodearagon.com/content/images/publicacion_256_01_M.jpg)
Año de publicación: noviembre de 2009
Autor: Varios
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón/Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 8
ISBN:
Precio: 5
Sinopsis:
El diario Nuevo Aragón se editó en Caspe desde el 20 de enero de 1937 hasta que el 11 de agosto del mismo año las tropas de Enrique Líster entraron en la ciudad y asaltaron los talleres en los que se imprimía el periódico.
El 9 de marzo de 1937 Nuevo Aragón publicó el homenaje que Paco Ponzán, Evaristo Viñuales, Miguel Chueca y José Mavilla rinden a Ramón Acín, que había sido asesinado en Huesca el 6 de agosto de 1936. Paco Ponzán y Evaristo Viñuales fueron alumnos de Acín en la Escuela Normal de Maestros de Huesca. Los dos militaron activamente en la CNT y ambos fueron Consejeros en el Consejo de Defensa de Aragón. Evaristo Viñuales se suicidó en el puerto de Alicante cuando el Stanbrook se hizo a la mar y centenares de milicianos quedaron a merced de las tropas de Franco. Los nombres de Acín, Viñuales y Ponzán también pueden leerse juntos en el estremecedor párrafo del testamento que Paco Ponzán firmó el 27 de diciembre de 1943 en la prisión de Toulouse:
?Deseo que mis restos sean trasladados un día a tierra española y enterrados en Huesca, al lado de mi maestro, el profesor Ramón Acín, y de mi amigo Evaristo Viñuales?.
Algunos proyectos los perseguimos durante años. Sin embargo, la edición facsímil de este periódico se resolvió en un solo día. Sabíamos que en Nuevo Aragón se publicó un homenaje a Acín por los cinco recortes que se conservan en el Museo de Huesca y que incluyeron Emilio Casanova y Jesús Lou en La línea sentida. Llamé a María Paz Cantero, conservadora del Museo de Huesca, y me confirmó que no tenían el ejemplar completo. No sabíamos qué otras noticias se habían publicado en Nuevo Aragón aquel 9 de marzo de 1937. Pensé que hubiera sido muy hermoso que Palmira Plá, la maestra que dirigió las colonias escolares y que por aquella época también estaba en Caspe, hubiera firmado un artículo ese mismo día.
Después de hablar con Mari Paz, recurrí a algunos de mis amigos: Javier Cortés, Carlos Serrano, Antonio Peiró, Julián Casanova, Víctor Pardo, Javier Díaz, José Luis Melero? Todo indicaba que tendríamos que dirigirnos al archivo de Salamanca confiando que allí se conservara el ejemplar del 9 de marzo y que estuviera en condiciones de ser reproducido. Pero fue Alberto Serrano Dolader ?caspolino, periodista y amante de todo lo que tiene que ver con Caspe y con Aragón? quien me dio la alegría del día?«Has tenido suerte ?me escribió en un mensaje poco antes de la medianoche?. Hace más de treinta y cinco años, en mis tiempos de estudiante en Barcelona, compré algunos, muy pocos, ejemplares de Nuevo Aragón y tengo el que te interesa. Cuando quieras te lo dejo».
«Mañana -tecleé apresuradamente- Lo quiero mañana».
De algún modo, esta edición facsímil del ejemplar número 42 de Nuevo Aragón que el Museo Pedagógico de Aragón acoge entre sus publicaciones, es una nueva ocasión para que Ramón Acín, Paco Ponzán y Evaristo Viñuales vuelvan a estar juntos. Y para que este cuento tuviera un final feliz también estaba, en la página 7, el artículo de Palmira Plá sobre colonias escolares.
En los cuentos todo ocurre en el momento preciso. Y eso es lo que sucede con este ejemplar de Nuevo Aragón que ahora podemos leer. Palmira Plá pudo no escribir un artículo en este periódico o pudo publicar su texto cualquier otro día, Alberto Serrano pudo no haber comprado algunos números de Nuevo Aragón o que entre ellos no se hubiera encontrado este. Cuando acaricio las ocho páginas de Nuevo Aragón sé que todo sucedió para que Ramón Acín, Paco Ponzán, Evaristo Viñuales, Palmira Plá y ahora también nosotros estemos aquí todos juntos.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: febrero 2009
Autor: Julio E. Foster, Marta Marco y Rosane Marinho [con textos de Laura Laliena]
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 88
ISBN:
Precio: 15
Sinopsis:
Catálogo de la exposición Escuelas. En el libro se recogen las 80 fotografías que componen la mencionada exposición. La primera edición del libro es de 2007.
El murmullo de la vida
Escuelas nos muestra la intimidad de la escuela rural aragonesa, el lado oculto de la escuela, la cara que sólo pueden contemplar los protagonistas. Espacios, gestos, miradas que son patrimonio exclusivo de los niños y de sus maestros. En estas fotografías se escucha -si se atiende- el susurro de los niños cuando aprenden, los diálogos que les unen a sus maestras, el bullicio del patio de recreo, las conversaciones antes de la entrada en clase, la vida, en suma, que se derrama en sus manos, en sus palabras, en la voluntad de querer ser. Estamos acostumbrados a la contemplación de fotografías escolares caracterizadas por la quietud y el silencio. Grupos de niños con su maestro, recuerdos escolares de niños sentados en una mesa sobre un fondo gris y acompañados de elementos artificiales convertidos en símbolos. Estamos acostumbrados a las imágenes mudas de escolares posando especialmente para ser retratados. Sin embargo, en Escuelas las fotografías de Julio E. Foster, Marta Marco y Rosane Maurinho nos acercan a la escuela en acción, a la escuela por dentro. Laura Laliena pone palabras a las imágenes y disfrutamos de dos relatos, visual uno y verbal el otro. Dos discursos, dos narraciones que se complementan y se funden.
Las escuelas son, por encima de todo, niños y adultos que aprenden, se acompañan y se entienden. Niños que estrenan el mundo, miran, callan, esperan, piensan, atienden, comparten, sonríen y sueñan. En las fotografías de esta muestra palpita la emoción de las horas mágicas que los niños pasan junto a sus maestros, junto a sus compañeros, junto a las personas que les acompañan hasta los umbrales de la escuela.
En la escuela rural aragonesa no hay separación entre la vida y la escuela. Los niños se reconocen en otros niños, en la mirada de la maestra, en las palabras compartidas, en el mundo que juntos construyen cada día. La escuela rural aragonesa es el territorio para la participación de la comunidad: madres y padres colaboran con las maestras en talleres, contando cuentos, haciendo teatro, preparando fiestas, acompañando a sus hijos en las salidas escolares...
Cuando pienso en la escuela rural no puedo evitar acordarme de don Gregorio, el maestro de La lengua de las mariposas. Aquel maestro que daba sentido a todo lo que ocurría en la vida de los niños y que convertía cada hora en una aventura de emoción y descubrimiento.
La escuela rural aragonesa está estrechamente vinculada a la innovación. Los proyectos más comprometidos y valiosos que conozco se han gestado en escuelas rurales. Entre los que más admiro puedo destacar el trabajo en la biblioteca de Mariano Coronas en el Colegio Público Miguel Servet de Fraga, los talleres de sueños de Miguel Calvo en Villanueva de Sijena, el proyecto ?Leer juntos? en Ballobar, con una trayectoria de más de una década de trabajo sostenido de Carmen Caramiñana y Merche Caballud, las propuestas sobre Educación Física de Alfredo Larraz en Jaca, el uso cotidiano que José Luis Ramo hace de la internet en su escuela de Villanueva de Huerva, las pizarras digitales que introdujo José Antonio Blesa en el CRA de Alloza-Ariño... La escuela rural es un motor de ilusión y de regeneración del sistema educativo aragonés.
A primeros de marzo de este mismo año, José Luis Capilla convocaba a los niños y niñas de su clase de Peñarroya de Tastavins en la plaza del pueblo. Les citaba a primeras horas de la noche para compartir el momento en que la Luna se asomara en el cielo. El maestro se sorprendió y se emocionó cuando no sólo acudieron los niños de su clase, sino que se presentaron veintitrés de los veintiocho niños del pueblo, algunos acompañados de sus padres. Habían ido a la plaza para ver cómo la Luna de adueñaba del firmamento, una ceremonia eternamente repetida, pero sobre todo habían salido de sus casas para estar juntos. Unos días más tarde en la misma escuela dieron amparo y cobijo en el aula a una tarabilla común, un pajarillo más pequeño que un gorrión que un niño encontró en la orilla de la carretera. Y buscaron información en internet sobre este animal, escribieron correos electrónicos a algunos de los mejores ornitólogos del país, hicieron un mural, pidieron libros sobre pájaros y conversaron toda la tarde enredados en ilusión y en palabras. Y la vida, siempre la vida, desplazó al programa... La escuela rural aragonesa son maestros capaces de encender con palabras la llama de la inteligencia de los niños que acuden a sus clases.
Cada escuela rural es una suerte de Macondo, un universo de relaciones que nos permite descubrir el valor, el sufrimiento, el afán de superación, la generosidad, la solidaridad, el compañerismo, el valor de la palabra, la ilusión y los sueños, el progreso personal, las relaciones, la amistad, el dolor, las risas y el llanto. Un mundo para descubrir «el nosotros», el conocimiento compartido. Hay pocas cosas tan emocionantes como escuchar a un niño decir por primera vez «mis amigos y yo...».
Tuve la suerte de ser un maestro rural en Alcorisa, en Magallón y, sobre todo, en Langa del Castillo. Allí comprobé cómo la escuela es la escuela de todos, un espacio compartido, un elemento vertebrador del territorio.
La escuela rural es el compromiso de maestras jóvenes y de maestras con mucha experiencia. Maestras que trabajan un año tras otro, un día tras otro lejos del ruido, en silencio, tejiendo un manto de complicidad, de inteligencia, de sensibilidad hacia los libros, hacia el trabajo bien hecho. Maestras que persiguen despertar en sus alumnos la tolerancia y el respeto, que dan palabra a los niños, que les ayudan a quererse y a interpretarse, que les enseñan a mirar la realidad, que contribuyen, en definitiva, a que cada niño descubra su propia identidad.
La escuela rural aragonesa es una escuela que cuenta con recursos para afrontar los retos que la realidad plantea. Tenemos un sistema educativo complejo por la propia complejidad de la sociedad en la que vivimos. Pero la escuela rural ha dejado de ser la cenicienta del sistema, la gran olvidada, la escuela de segunda categoría, la escuela residual de los años setenta del pasado siglo. En los últimos veinte años han cambiado mucho las escuelas rurales. Poco se parecen estas escuelas a la escuela unitaria que describía Jesús Jiménez, a la escuela que denunciaba Juan Salanova, o a aquella escuela resistente y rutinaria que transformaron, volando contra la gran costumbre, los maestros del Colectivo Aula Libre.
Entre todos hemos querido que la escuela rural sea una escuela de calidad. Entre todos hemos construido espacios públicos integradores, tolerantes, democráticos y participativos. Nuestra escuela rural es el fruto del compromiso de la sociedad aragonesa. Entre todos mantenemos abiertas pequeñas escuelas con cinco niños, pequeñas escuelas que dejan escapar por sus ventanas los colores de los trabajos escolares, la risa de los niños, las canciones y las advertencias de la maestra. Es, en definitiva, el murmullo de la vida que se estremece en cada palabra, música que reconforta como el agua que baja por el río, como el fuego que consume la leña en los hogares o como el calor del aire que anima los nuevos brotes cada primavera...
Por eso cuando pasamos junto a una escuela rural vemos una luz encendida, sabemos que la escuela está viva y que crece allí la vida. Y se nos escapa una sonrisa que ilumina el corazón: estamos vivos, aún estamos vivos.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón
(Tomado del prólogo a Escuelas. La educación en el medio rural aragonés)

Año de publicación: junio 2008
Autor: José María Hernández Díaz y José Luis Hernández Huerta
Editorial: Departamento de educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón/Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 64 intro + 184 de facsímil + CD
ISBN: 978-84-8380-162-8
Precio: 20
Sinopsis:
Contar el mundo
Cuando el auto de transportes que realizaba el trayecto Barcelona-Barbastro dejó en la escuela la imprenta, los niños supieron que nunca olvidarían aquel día y escribieron en la primera página de Chicos:
«La fecha de hoy, 1 de junio de 1933, será célebre en la historia de nuestra escuela dirigida por D. José Bonet. Grandes eran nuestros deseos de ver nuestros pensamientos en caracteres impresos».
Cada vez que pienso en estos textos libres, compuestos letra a letra, tengo la certeza de que estamos ante el relato de la vida contada con ojos de niño, una gran novela colectiva que convierte a Barbastro en Macondo. En esta sinfonía coral fluye la memoria, la pasión, la aventura, el humor, los sucesos íntimos de las familias, las tradiciones, las romerías, los viajes, las celebraciones, las travesuras, los dramas cotidianos, los juegos, los paisajes, los rincones de la ciudad y los personajes que pululaban por el entorno vital de aquellos centenares de niños que tuvieron el privilegio de contar el mundo con palabras auténticas, con palabras de señalar, nombrar y querer porque en su vida se cruzó José Bonet Sarasa, un maestro que puso a su disposición la herramienta que les permitía hacer reales y tangibles ?mediante los tipos de plomo, el linóleo, las gubias, la tinta y el papel? sus pensamientos y sus sentimientos.
El tiempo ha convertido a aquellos niños que compartieron la alegría de la palabra y de la creación, en cronistas de la ciudad ya que en estas páginas encontramos la historia cotidiana de Barbastro: los aniversarios de la proclamación de la República, los resultados de los exámenes de reválida del instituto, el cine, los comercios, el circo, la siembra, la poda, la fabricación de cañizos, la molienda de la oliva, la colonia escolar de Torredembarra, los partidos de fútbol...
Junto a estas páginas de las revistas Caricia, Chicos y Helios también recuperamos la luz de la palabra que alumbró algunas escuelas aragonesas gracias al trabajo de maestros como José Carrasquer, Ramón Acín, Herminio Almendros, Simeón Omella y José Bonet.
Los textos escritos por los niños de Barbastro son una evidencia del poder emancipador de la palabra, una muestra de cómo las palabras nos permiten apropiarnos del mundo, contarnos y explicarnos, desear, recordar y soñar. Y hoy más que nunca, en nuestra sociedad mediática, la palabra es un instrumento imprescindible.
Víctor Juan,
Director del Museo Pedagógico de Aragón
[Presentación del libro Transformar el mundo desde la escuela con palabras. Los cuadernos freinetianos de Barbastro durante la II República]
El libro incluye un CD interactivo con la colección completa de las revistas Chicos, Caricia y Helios
Leer artículo y ver fotografías en Diario del AltoAragón:
http://www.diariodelaltoaragon.es/NoticiasDetalle.aspx?Id=577696

Año de publicación: mayo 2009
Autor: Leonardo Escalona y Montaner
Editorial: Gobierno de Aragón. Departamento de Educación, Cultura y Deporte
Nº de páginas: 32 (facsímil) + 16 (estudio intr
ISBN: 978-84-8380-168-0
Precio: 8
Sinopsis:
La fiesta del Árbol es un folleto que Leonardo Escalona y Montaner publicó en la imprenta de Justo Navarro (Huesca) en 1933. El librito está dividido en dos partes: una obra de teatro para ser representada por los niños de la escuela y una serie de pensamientos y frases de personajes célebres sobre la importancia del árbol y la necesidad de respetar la naturaleza.
La edición fásimil promovida por el MUSEO PEDAGÓGICO DE ARAGÓN incluye el minucioso estudio que Chusé Raúl Usón ha escrito sobre la vida y la obra de Leonardo Escalona, un maestro nacido en Bielsa, autor de algunos textos en Belsetán.
El facsímil y el estudio introductorio se guardan en una carpeta de cartón diseñada para esta edición en la que se publica una fotografía de Leonardo Escalona con los niños de la escuela de Bielsa (1931)
LA FIESTA DEL ÁRBOL
Desde los primeros años del siglo XX se publica en la Gaceta la legislación relativa a la fiesta del árbol. Varios Decretos establecen el sentido y la finalidad de esta celebración, el modo en que habían de proceder los maestros y los ayuntamientos para despertar en los niños el amor al árbol y la necesidad de respetar la naturaleza. En las hemerotecas pueden encontrarse referencias de cómo se celebraba esta fiesta en los pueblos de Aragón.
No es casual que la reglamentación y el impulso del día del árbol se produjese durante las primeras décadas del siglo XX, una época en que la escuela primaria asumió nuevos contenidos que pretendían ir más allá de leer, escribir y contar. Había un acuerdo generalizado sobre la necesidad de que la escuela se abrirse a la vida, preparase a los niños y niñas hacer frente a los problemas cotidianos, y que los formase en valores, en hábitos saludables, en el respeto a la naturaleza...
Cuando pienso en la fiesta del Árbol recuerdo la carta que Joaquín Costa les escribió a los niños de Ricla en la que resumía la utilidad de los árboles: ?Hacen tablas y vigas, hacen leña, hacen carbón, hacen alcohol, hacen azúcar, hacen pan, hacen sidra, hacen aceite, hacen cacao, hacen café, hacen jarabes y refrescos, hacen seda, hacen quina, hacen papel, hacen caucho, hacen forrajes, hacen uvas, trigos, dátiles, naranjas, melocotones, cerezas, peras y manzanas, hacen tierra vegetal, hacen manantiales, hacen oxígeno, hacen salud, hacen pájaros y flores, hacen poesía, hacen hogar, hacen sombra, hacen país??.
También recuerdo el tono crítico de las viñetas que Ramón Acín dedicó en Heraldo de Aragón a la fiesta del árbol porque consideraba que era una celebración artificial mientras que se descuidaba el amor verdadero, el amor que se construye día a día partiendo de las vivencias de los niños. Los dibujos de Acín se publicaron en La fiesta del Árbol, el libro que Tomás Costa compuso para Imprenta editorial V. Campo de Huesca en 1925, un opúsculo que concluye con un curioso ?Himno al Árbol?, con letra de Manuel Banzo Echenique y música de Daniel Montorio, un oscense al que debemos la banda sonora de decenas de películas, algunas canciones de rotundo éxito como Soy minero (1934), popularizada por Antonio Molina y sintonías publicitarias como Yo soy aquel negrito (1956).
La edición facsímil que ha hecho el Museo Pedagógico de Aragón de La fiesta del árbol de Leonardo Escalona y Montaner nos cuenta varias historias hermosas. En primer lugar nos habla de un maestro culto, comprometido con su trabajo. Este folleto es una muestra de cómo pequeñas librerías o imprentas aragonesas, como la de Justo Martínez, ubicada en el coso de García Hernández de Huesca, publicaban y distribuían materiales para las escuelas. En último lugar, esta edición de La fiesta del árbol es fruto de la tenacidad con la que Chusé Raúl Usón ha perseguido cada dato para contarnos una ejemplar historia de amor a la enseñanza y a la tierra en la que se vive y se trabaja.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: marzo 2009
Autor: Manuel y Ramón Alamán. Introducción de Rosa Domínguez y Julio Ruiz Berrio
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón
Nº de páginas: 175
ISBN:
Precio: 18
Sinopsis:
Presentación
Este libro es fruto de la complicidad y de la generosidad con el Museo Pedagógico de Aragón de varias personas. En primer lugar, del antropólogo Félix Rivas que fue quien, en septiembre de 2007, en el transcurso de una de sus investigaciones encontró en el archivo Municipal de Huesca, dirigido por María Jesús Torreblanca, el manuscrito de Manuel y Ramón Alamán, un documento que además de resultar muy atractivo estéticamente por su vistosa caligrafía se titulaba Plan de primera educación y estaba datado en Huesca en 1820. Félix Rivas intuyó que podía ser un documento interesante para el Museo Pedagógico de Aragón y nos envió una copia.
El Plan de primera educación de 1820 merecía publicarse por varias razones. En primer lugar, la propuesta de los maestros Alamán -enseguida supimos que eran padre e hijo- hace constantes referencias a la Constitución de 1812, describe fielmente las bases de uno de los sistemas de enseñanza más modernos de la época, el método Lancaster, también conocido como el método de enseñanza mutua y, además, en este proyecto se justifica pormenorizadamente el sentido y los contenidos de cada una de las materias que se proponen para las dos escuelas -una de «rudimentos» y otra de «perfección o de escribir»- al tiempo que se señalan los libros idóneos para trabajar en cada una de ellas.
Encargamos el estudio introductorio del Plan de primera educación a Rosa Domínguez y Julio Ruiz Berrio. Ambos son maestros de muchos de nosotros y los dos son especialistas en la historia de la educación del siglo XIX. Rosa Domínguez ha hecho decenas de visitas al Archivo Municipal de Huesca para completar los datos del meticuloso texto que sirve de introducción a este Plan. En un brillante artículo cargado de datos eruditos Julio Ruiz Berrio resume su conocimiento de los planes que se elaboraron en el Estado y del contexto histórico en el que se redactaron. Las introducciones de estos dos profesores ?que forman parte de la comisión asesora del Museo Pedagógico de Aragón? se complementan para ofrecer un análisis en el que se combina el conocimiento del contexto educativo de Huesca con la exposición de las principales características de los Planes conocidos para el caso español.
El resultado de esta suma de inteligencias y voluntades es el libro que ahora podemos por fin leer. Un libro que ilumina hechos decisivos de la historia de la educación, un libro importante para la ciudad de Huesca porque en sus páginas queda bien claro que la ciudad se preocupaba por la educación de los ciudadanos ?quizá como se apunta en el Plan fuera por la herencia que la Universidad Sertoriana había dejado en el corazón y en el cerebro de los rectores de la ciudad?, un libro que recupera los proyectos de dos maestros cultos, conocedores de las modernas teorías pedagógicas de la época y que otorgaban en su plan gran relevancia a la educación cívica, moral y ética de los niños porque ésta habría de procurarles la felicidad. Manuel y Ramón Alamán son un claro precedente del numeroso grupo de maestros aragoneses cultos, comprometidos con la escuela y con el tiempo en que vivieron. Entre estos maestros podemos destacar a José Fatás Bailo, Orencio Pacareo, Félix Sarrablo Bagüeste, Guillermo Fatás Montes, Miguel Rebullida, Pedro Arnal, Santiago Hernández Ruiz, María Sánchez Arbós, Palmira Plá, Marcelino López Ornat o Miguel Sánchez de Castro.
En la transcripción línea a línea del Plan que compusieron Ramón y Manuel Alamán hemos utilizado la tipografía de Joaquín Ibarra y Marín (Zaragoza, 1725-Madrid, 1785), el insigne impresor aragonés del siglo XVIII de cuya imprenta salieron algunos de los manuales que los autores citan en su Plan.
Acompañar con palabras el nacimiento de un nuevo libro de la serie Publicaciones del Museo Pedagógico de Aragón siempre es un placer. Con cada uno de nuestros libros ampliamos el territorio simbólico de la reflexión, del debate y de la inteligencia. Presentar este Plan de primera educación de 1820 me permite participar del momento en el que ofrecemos a la sociedad un proyecto que nos cautivó desde el principio y que ahora sale de la intimidad del Museo Pedagógico de Aragón para dejar de pertenecernos a nosotros y ser de quienes se acerquen a sus páginas.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón

Año de publicación: octubre, 2008
Autor: Varios Autores
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 440
ISBN:
Precio: 30
Sinopsis:
En este volumen colectivo se recogen las conferencias y las comunicaciones presentadas en las III Jornadas de la Sociedad para el Estudio del Patrimonio Histórico Educativo, celebradas en el Museo Pedagógico de Aragón del 1 al 3 de octubre de 2008.

Año de publicación: septiembre 2008
Autor: María Rosa Domínguez Cabrejas
Editorial: Departamento de Educación Cultura y Deporte / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas:
ISBN: 978-94-8380-125-3
Precio: 5
Sinopsis:
En 1908 se celebró en Zaragoza, en el marco de la Exposición Universal Hispano-Francesa que conmemoraba el centenario de Los Sitios, un congreso nacional de Pedagogía. En 2008, coincidiendo con la Expo de Zaragoza se ha celebrado el XIV Congreso Internacional y III Iberoamericano de Pedagogía. El Museo Pedagógico de Aragón ha editado una carpeta dedicada a la Expo2008 con fotografías de José Antonio Melendo y un desplegable en el que la profesora María Rosa Domínguez analiza el Congreso Nacional Pedagógico de 1908.

Año de publicación: septiembre de 2008
Autor: José Osés Larumbe
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte / Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 63
ISBN: 978-84-8380-117-8
Precio: 10
Sinopsis:
En 1913 el maestro José Osés Larumbe publicó Los Sitios de Zaragoza, un cuento en 63 páginas en el que narra para los escolares los episodios más conocidos de Los Sitios.
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Año de publicación: mayo 2008
Autor: Pedro Arnal Cavero / Luis Mallafré
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón
Nº de páginas:
ISBN: 978-84-8380-104-8
Precio: 5
Sinopsis:
Este apretado resumen para escolares de lo que era Aragón desde el punto de vista de la geografía, la industria, el clima, etc. se publicó en Barcelona en 1936. El texto es de Pedro Arnal Cavero y las ilustraciones de Luis Mallafré.
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Año de publicación: 2007
Autor: Enrique Satué / Roberto L'Hôtellerie
Editorial: Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón /Museo Pedagógico de Aragón
Nº de páginas: 205
ISBN: 978-84-8380-076-8
Precio: 10
Sinopsis:
En Los niños del frente Enrique Satué y Roberto L`Hôtellerie nos cuentan la historia de las colonias escolares que se organizaron durante la Guerra Civil en el Aragón fiel a la República para preservar a los niños de los desastres de la guerra.
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Año de publicación: 2007
Autor: Varios
Editorial: Museo Pedagógico de Aragón / PRAMES
Nº de páginas: 176
ISBN: 978-84-96793-06-4
Precio: 19
Sinopsis:
Varios autores reflexionan sobre la historia, las personas, los modelos de infancia y de socialización de una veintena de escuelas aragonesas que cerraron sus puertas en distintas épocas y por distintos motivos