¡Al recreo!: el yo-yo, un juguete milenario

Vamos a jugar, es hora de recreo. Busquemos entre nuestros juguetes porque seguro que encontramos un yo-yo, un juguete de origen milenario que se sigue reinventando y actualizando con nuevos materiales y formas.
Aunque su origen parece ser oriental, lo conocemos por su uso en la Grecia antigua. Los artesanos helenos lo fabricaban en diferentes materiales como madera, metal o barro cocido y se decoraban con escenas mitológicas y deidades. La palabra Yo-yo significa en lengua filipina «volver» término con el que se denominó a este juguete a partir del siglo XVII. Su uso se populariza y comercializa a finales del siglo XIX en el continente americano y en Europa se convierte en el juguete tradicional por excelencia de los niños de principios del siglo XX. En los años 80 del siglo XX el yoyó se reinventa con nuevos materiales plásticos, se le añaden luces, sonidos y todo tipo de adornos atractivos para niños y mayores. Se patenta el modelo Yomega Brain, un yoyó automático con un mecanismo dentro que le permite frenar la rotación.

Jugar al yo-yo es fácil. El yoyó se compone de dos discos pequeños en torno a un eje central en el que se ata una cuerda. Su funcionamiento es similar al del diávolo. Consiste en enrollar el cordón en el centro de la pieza, y el otro extremo se anuda en el dedo para impulsarlo hacia abajo y hacerlo subir, sucesivamente. Entre los tradicionales distinguimos el yoyó imperial, de forma circular clásica y el yoyó mariposa, formado por dos alas y más abierto en el centro lo que permite movimientos más complejos con la cuerda.

En el Museo Pedagógico de Aragón conservamos todo tipo de juguetes tradicionales. En la vitrina de juegos de la sala 1 del museo, se muestra este yoyó imperial de madera, de mediados del siglo pasado y que procede de la provincia de Huesca.

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