El Museo Pedagógico de Aragón edita un libro hecho por los niños de Plasencia del Monte en 1934-1935 que se conservaba en Niza

Una de las primeras noches del verano de 2010 leía D’Abord les enfants. Freinet y la educación en España (1926-1975), un libro que el profesor Antón Costa había publicado en las prensas de su universidad, la de Santiago de Compostela y me encontré con unas ilustraciones que correspondían a dos páginas de lo que Antón Costa llamaba en una nota al pie de página «el segundo libro de los escolares de Plasencia del Monte2. Además, una de ellas contenía la dedicatoria hológrafa de Simeón Omella a Herminio Almendros: «A mi querido amigo D. Herminio Almendros. Fraternalmente, Omella». Antón Costa sabía que cuando yo viera esas páginas –además de no poder dormir durante varias noches–, haría todo lo necesario para conseguir una copia de ese libro.
Y así fue. Al día siguiente escribí por primera vez al director de los Archives Departementales des Alpes Maritimes en Niza, donde se conserva parte del fondo Freinet, interesándome por la posibilidad de disponer de una copia digital de este libro. Pocos días más tarde recibí la amable contestación del director y el día 24 de septiembre el cartero trajo al Museo Pedagógico de Aragón un CD con la copia del libro que los niños de Plasencia del Monte habían compuesto letra a letra.
Aunque Antón Costa escribió que estas páginas que ahora reproducimos son el segundo libro de los escolares de Plasencia del Monte se trata, en realidad, de una selección de textos libres elaborados por los alumnos de Simeón Omella durante el curso 1934-1935. Varias razones nos permiten sostener esta hipótesis. En primer lugar, El libro de los escolares de Plasencia del Monte con el que, precisamente, iniciamos la colección «Publicaciones del Museo Pedagógico de Aragón», está fechado en 1936. Es prácticamente imposible que en el primer semestre del año 36, dada la escasez de recursos económicos que soportaban las escuelas, se elaboraran en la escuela regentada por Simeón Omella dos «libros de vida». Otro dato revelador es la edad de los niños que escribieron los textos. En este libro que ahora editamos los niños son uno o dos años más jóvenes que en El libro de los escolares de Plasencia del Monte. Es fácil concluir que estos textos que se han guardado en Niza se escribieron en el curso 1934-1935. Hay, además, un artículo dedicado a la muerte de Santiago Ramón y Cajal, firmado por Valentín Ibort, que necesariamente, se escribiría en octubre de 1934.
Aún hemos encontrar respuesta a una pregunta esencial: ¿cómo llegó este libro a los Archivos Departamentales de los Alpes Marítimos en Niza? Esta es una hermosa historia de amistad.
Ya hemos aceptado que este libro se compuso con los textos escritos por los niños de Plasencia del Monte durante el curso 1934-1935. Simeón Omella le regaló este ejemplar a Herminio Almendros. Posiblemente lo hiciera cuando ambos coincidieron en Huesca, durante la celebración del II Congreso de la imprenta en la escuela, en julio de 1935. Es poco probable que en los meses siguientes –finales de 1935 y principios de 1936– Almendros le enviara a Célestin Freinet el ejemplar que su amigo Omella había firmado para él. Freinet recibía abundantes muestras del trabajo que maestros y escolares de Europa –y de todas partes del mundo– hacían con la imprenta escolar. Luego estalló la guerra civil y tanto a Almendros como a Omella les acuciaron otras urgencias.
En enero de 1939, perdida la guerra, cuando las tropas de los sublevados entraban en Barcelona, Herminio Almendros se despidió de María Cuyás, su mujer, y de sus tres hijos. En el momento de la despedida, su mujer, le entregó un cuaderno en blanco para que Almendros anotara los detalles esenciales de su viaje. Este cuaderno es el origen del libro Herminio Almendros. Diario de un maestro exiliado (Barcelona, 1939-La Habana, 1940), editado en 2005 al cuidado de Amparo Blat y Carme Doménech, un luminoso testimonio de la esperanza y las dificultades que afrontaron los españoles que perdieron la guerra. Mi idea es que Herminio Almendros encontró un hueco en su maleta para llevar consigo este libro compuesto por los niños de Plasencia del Monte. Ligero de equipaje y con el corazón roto, Almendros cruzó la frontera francesa pensando que unas semanas después o unos meses más tarde se reuniría con su familia. No sabía cuál sería su destino. Quizá pudiera rehacer su vida en Francia trabajando en una pequeña escuela rural. Tal vez pudiera ejercer en la escuela dirigida por Elise y Célestin Freinet. Cuando supo que no podría quedarse en Europa, aceptó el ofrecimiento de su amigo Alejandro Casona para instalarse en La Habana, y dejó en casa de los Freinet, donde se alojó durante un mes en la primavera de 1939, el libro que los niños de Plasencia del Monte habían compuesto letra a letra durante el curso 1934-1935. Y de la estantería de la casa de Freinet pasó al archivo de Niza.
En este libro late la misma emoción que en El libro de los escolares de Plasencia del Monte o en las revistas Caricia, Chicos y Helios escritas por los alumnos del maestro José Bonet Sarasa en Barbastro. La realidad circundante se convirtió para estos niños que trabajaron con la imprenta en un gozoso pretexto para escribir, para pensar y para aprender.
Setenta y cinco años después de que los niños de Plasencia del Monte imprimieran las páginas que conforman este libro, el Museo Pedagógico de Aragón ha recuperado estas palabras de vida y junto a ellas la ilusión, los sueños, la capacidad de sorpresa y el convencimiento que la educación es un instrumento de emancipación individual y colectiva.
Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón
[De la presentación de Letra a letra]

Comparte esta entrada: