«Maestros en el caleidoscopio» nuevo libro de la colección Publicaciones digitales del Museo Pedagógico de Aragón

Siempre he contado la vida en cursos. Suelo decir, como el maestro de la película Ser y tener, que hace veinticinco años que dicto dictados. Y me gusta este oficio. Doy clase en la antigua Escuela Normal de Magisterio de Huesca, en un hermoso edificio inaugurado en 1932. Las aulas tienen suelos de madera, techos muy altos y unos amplios ventanales por los que entra la luz limpia y el aroma de la tierra mojada del parque. Frecuentemente les leo a los estudiantes que aspiran a ser maestros el fragmento de la autobiografía intelectual de Emilio Lledó, publicada en la revista Anthropos en septiembre de 1982, donde el filósofo y académico recuerda a don Francisco, el maestro que supo despertar en aquel niño de seis u ocho años la curiosidad, las ganas de saber, el deseo de entender el mundo y, en definitiva, el amor por la teoría que, como defiende el propio Lledó, originariamente significa visión, mirada personal sobre la realidad. Como pocas palabras reflejan de una manera tan precisa la importancia que un maestro puede tener en la vida de los escolares, me permito reproducir el extenso párrafo casi completo:«Aquí en Vicálvaro comencé a ir al colegio, y es aquí donde tuve una de las más hermosas experiencias intelectuales, si es que a esa edad puedo ya hablar así. Durante la guerra civil, el colegio instalado en un amplio y alegre caserón del pueblo, con un jardín misterioso, con rincones secretos, invernadero y estanque, constituía nuestra delicia en las horas de recreo. Para mí, sin embargo, el máximo atractivo de aquella época inolvidable no tenía que ver con el jardín, ni con mis amigos. Se llamaba don Francisco. Era el maestro de nuestra clase (…). A pesar de mis pocos años, nunca he olvidado aquella clase luminosa, cuyas ventanas recogían el verde de los árboles del jardín, ni aquel maestro joven que convertía aquellas horas en un juego maravilloso de curiosidad, de enseñanza, de alegría. Aún recuerdo sus famosas «sugerencias de la lectura». Don Francisco nos leía pasajes del periódico, del Quijote, de algún libro histórico, y nos pedía, a nosotros que en su mayoría no habíamos cumplido los diez años, que escribiésemos libremente lo que esa lección despertaba, evocaba, aludía. He tenido posteriormente buenos maestros, sobre todo en mis años de estudiante en Heidelberg, pero no recuerdo a nadie que llegase a despertar en mí, de una forma tan intensa, el convencimiento de que la educación es la clave de la vida humana, y que el aprendizaje y el conocimiento se puede convertir en una apasionante aventura».
El origen de Maestros en el caleidoscopio es un proyecto que el Museo Pedagógico de Aragón inició para recoger opiniones sobre el trabajo que los maestros hacen en las escuelas. En enero de 2010 abrimos el blog Más de cien razones, que ya ha sobrepasado las treinta mil visitas. En la breve presentación del blog se decía que nuestro propósito era conocer las razones que tienen los profesores para seguir dedicándose a este oficio hermoso, difícil y complejo. Queríamos contar los motivos que animan a los maestros a traspasar cada día el umbral del aula, queríamos contar cómo entienden su profesión maestros que han dedicado su vida a esta profesión y también queríamos conocer qué ilusión mueve a los jóvenes estudiantes que esperan dedicarse en un futuro próximo a la educación. Asimismo nos parecía muy importante que personas que no se dedican a la enseñanza compartieran el recuerdo que guardan de sus profesores. El resultado es este libro esperanzador que nos habla de lo definitivo que resulta encontrarse con un maestro que nos muestre el valor de la palabra, que nos ayude a construir nuestra identidad, que nos acompañe en el descubrimiento de los primeros aprendizajes, que nos contagie su pasión por la lectura y el amor a los libros, que crea en nuestras posibilidades, un maestro que después de cada tropiezo nos anime a seguir intentándolo y que nos dé seguridad en nosotros mismos.
No es extraño que el ruido creado alrededor de las escuelas, un ruido mediático, interesado y siempre inoportuno, nos impida descubrir y reconocer los logros que los profesores, los estudiantes y los padres han conseguido durante décadas de trabajo constante y silencioso en los colegios, en las escuelas, en los centros educativos. Por eso este libro, además de esperanzador, pretende ser un homenaje a los maestros. La dedicación de estos profesionales solo se explica por el compromiso ético que asumen y renuevan cada día con los jóvenes que se forman a su lado.

Víctor Juan
Director del Museo Pedagógico de Aragón
[De la presentación de Maestros en el caleidoscopio

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